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Inita Val

Sala de partos

Jueves 21 de febrero

Esta tarde, cuando venía de la oficina, un borracho me detuvo en la calle. No protestó contra el gobierno, ni dijo que él y yo éramos hermanos, ni tocó ninguno de los innumerables temas de la beodez universal. Era un borracho extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó de un brazo y dijo, casi apoyándose en mí: "Sabés lo que te pasa?... que no vas a ninguna parte". Otro tipo que pasó en ese instante me miró con una alegre dosis de comprensión y hasta me consagró un guiño de solidaridad.

Pero ya hace cuatro horas que estoy intranquilo, como si realmente no fuera a ninguna parte y sólo ahora me hubiese enterado.

La Tregua, de Mario Benedetti

Quiero compartirlo...

"La Guerrilla semiológica" de Umberto Eco

No hace mucho tiempo que para adueñarse del poder político en un país era suficiente controlar el ejército y la policía. Hoy, sólo en los países subdesarrollados los generales fascistas recurren todavía a los carros blindados para dar un golpe de estado. Basta que un país haya alcanzado un alto nivel de industrialización para que cambie por completo el panorama: el día siguiente a la caída de Kruschev fueron sustituidos los directores de Izvestia, de Pravda y de las cadenas de radio y televisión; ningún movimiento en el ejército. Hoy, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación.

Si la lección de la historia no parece lo bastante convincente, podemos recurrir a la ayuda de la ficción que, como enseñaba Aristóteles, es mucho más verosímil que la realidad. Consideremos tres películas norteamericanas de los últimos años: Seven Days in May (Siete días de mayo), Dr. Strangelove (Teléfono rojo, volamos hacia Moscú) y Fail Safe (Punto límite).

Las tres trataban de la posibilidad de un golpe militar contra el gobierno de Estados Unidos, y, en las tres, los militares no intentaban controlar el país mediante la violencia de las armas, sino a través del control del telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión.

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No grites.. ahora

A ella le aterra cuando la ilusión toma por asalto su casa, sus cosas, sus días. A ella le aterra, sinceramente. La ilusión se repite, como se repiten las vueltas en la rueda de Chicago.

Ella sabe que algún día, como otros días, va a tener que parar y echarla fuera, deshacerse de la ilusión con mucha disciplina, con golpecitos de regla en la yema de los dedos.

Igual tiene miedo. Es una historia que ha sido contada antes, distintos personajes, pero el mismo maldito terror.

Lo único seguro es que no va a gritar... ahora

Incomunicados

Ella, con cara muy seria, le dijo:
-La verdad, yo no arriesgaría nada por ti.

Pero vamos!, en realidad ella dejaría el miedo, la rutina, los resabios, la costumbre, las horas que pasan, el tiempo que vuela... ella dejaría SU MUNDO (así, en mayúsculas) tan sólo si él se lo pidiera.

Lo malo es que ella no lo sabe.. y él no lo quiere averiguar.

El grito de Amandi Vae

Ella pide perdón...
Y el perdón no es fácil, no es arrodillarse, no es rogar miserablemente... es perdón absoluto que se confunde con llanto y risa temerosa, la mirada vahída y al fin, el murmullo... perdón, perdón

- ¿Perdón Amandi Vae? ¿quieres mi perdón? lo quieres para huir como todos, pues bien.. ahí lo tienes,mi perdón miserable que te hará feliz.. que fácil hacerte feliz Amandi Vae -

Ella se levanta, lo mira detenidamente, una lágrima se pierde en los labios, finalmente se da vuelta y ríe, ¡es libre -piensa- el perdón la ha liberado!...

Camina, despacio primero y luego se abalanza a la puerta - EXIT - ella no escucha el disparo, dicen que cuando la bala entra en tu carne y la hace estallar, no la escuchas.

Es posible que allí sólo se siguiera escuchando el murmullo del perdón por toda la habitación, sin embargo afuera en la inmensa ciudad todos escucharon el grito...

1984 ó 2001, 2003, 2028...

"Los proles, que normalmente se mostraban apáticos respecto a la guerra, recibían así un trallazo para que entraran en uno de sus periódicos frenesís de patriotismo. Como para armonizar con el estado de ánimo general, las bombas cohetes habían matado a más gente que de costumbre. Una cayó en un local de cine de Stepney, enterrando en las ruinas a varios centenares de víctimas. Todos los habitantes del barrio asistieron a un imponente entierro que duró muchas horas y que en realidad constituyó un mitín patriótico.

Otra bomba cayó en un solar inmenso que utilizaban los niños para jugar y varias docenas de éstos fueron despedazados. Hubo muchas más manifestaciones indignadas, Goldstein fue quemado en efigie, centenares de carteles representando al soldado euroasiático fueron rasgados y arrojados a las llamas y muchas tiendas fueron asaltadas. Luego se esparció el rumor de que unos espías dirigían los cohetes mortíferos por medio de la radio y un anciano matrimonio acusado de extranjería pereció abrasado cuando las turbas incendiaron su casa."
Tomado de 1984, George Orwell.

Merd... Orwell veía el futuro en las botellas de brandy que se tomaba...